Él tenía miedo - como de costumbre-
de sus fantasmas, lo seguían.
tenía aún más miedo de lo que no existía
porque lo imaginaba.
porque lo veía pasar por su mente
las imagenes,
los sonidos,
las texturas,
sabía -muy bien-
que no podía confiar en las paredes,
ni en nada en realidad.
él sabía que necesitaba gritarlo,
decirlo,
irse,
de verdad,
irse de verdad.
él no podía seguir dándole de comer
a sus no invitados,
a los que daban ideas,
rebuscadas,
lejanas,
pero que podrían ser ciertas.
él no tenía fuerzas.
él
estaba,
ahora,
cansado,
y no quería imaginar más,
nada más.
quería callar.
caer
al suelo.
a la cama,
al sueño
caer.
dejarse llevar.
ahora.
pero no,
no fue así,
no pudo detenerlo,
no pudo decir no,
no pudo caer,
no pudo,
nada
no pudo,
él regresó.
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