El Cambio,
duele,
como espinas de rosas marchitas.
El cambio,
hiere,
como un adiós seco en la madrugada.
El dejar de ser,
crea un conflicto interno,
donde todos los componentes del cuerpo se pierden
y vuelven ciegos.
Duele,
abrir los ojos en un día
de sol amarillo y blanco veneno.
Hiere,
ver los rastros
y huellas
de las equivocadas acciones,
-y repetidas-
oxidándose junto con los
viejos sentimientos
que crecen ocultando aquello que pretendía
iluminar de color.
Duele,
el cambio.
Duele.
Duele más cuando los ojos externos
no lo observan.
y se mantienen cerrados con llave.
Duele,
cuando los ojos internos.
Si lo ven.
si lo sienten,
lo sienten
una,
dos,
y siempre veces.
Sin el cambio,
sin este cambio,
nada seria saludable.
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